La pérdida de audición es un problema que está creciendo en las últimas décadas, sobre todo en un sector de la población más joven, debido a los adelantos tecnológicos o al aumento del ruido en las ciudades. Esto se ha podido comprobar porque cada vez son más los casos de acúfenos que se presentan en las consultas médicas por parte de personas no tan mayores.
La pérdida auditiva es tan gradual que se hace imperceptible por quienes la padecen. Pero comprobar si se ha disminuido la capacidad de audición es posible teniendo en cuenta ciertos síntomas que suelen darse comúnmente.
Síntomas de la pérdida auditiva
Algunos de los primeros rasgos que nos hacen percatarnos de que tenemos un problema en el oído comienzan por la dificultad de comprender lo que nuestro interlocutor está diciéndonos. Sobre todo, hay que fijarse en este acontecimiento si recordamos que tiempo atrás no nos sucedía con normalidad.
Del mismo modo, tener dificultad para escuchar el cantar de los pájaros, que hace tiempo sí podíamos oír fuera de casa, o no percibir tan fácilmente el tic-tac del reloj, pueden ser otras evidencias de la existencia de un problema auditivo.
Otro síntoma consiste en no discernir el lugar desde el que se transmite un determinado ruido. Si con el origen de los ruidos fuertes puede darse alguna duda, esta misma suele surgir con los susurros y la dificultad para entenderlos.
Podrá sentirse un problema, igualmente, si a un ruido se le solapa una conversación, la cual se hace complicada de entender. No poder separar los sonidos, captando selectivamente el que interesa, supone una parte más de la sintomatología de la pérdida auditiva.
Sin duda, esto produce un conflicto en las relaciones sociales cuando el interlocutor empieza a expresar su molestia al no ser entendido. Este otro síntoma del paciente que presenta una evidente discapacidad auditiva puede conducirle a unas consecuencias que suelen llegar a afectar su socialización de manera notable.
Consecuencias de la pérdida auditiva
Aunque no todas las personas con discapacidad auditiva experimentan las mismas consecuencias, hay quienes se sienten tan afectados que terminan aislándose socialmente, debido a la presión que ejerce en ellos la dificultad para comunicarse y comprender a sus interlocutores.
Desde el punto de vista psicológico, el aislamiento se percibe como una respuesta de inseguridad del individuo; en este caso, de quien presenta una falta de capacidad de audición. Esto, a su vez, puede conllevar un estado depresivo con conductas de irritabilidad y estrés ante la presencia de otras personas.
Si psicológicamente aparecen ciertas repercusiones que pueden afectar a determinados individuos, físicamente el problema tiende a agravarse. Es variada la sintomatología que acompaña a los problemas en el oído: desde una subida en la presión arterial hasta un aumento de la tensión muscular. También suele acompañar un prolongado dolor de cabeza, dando como nueva consecuencia un estrés de base fisiológica que, en muchas ocasiones, repercute psicológicamente.
A esto hay que sumarle otra manifestación muy común en personas que no han tenido un seguimiento médico tras los primeros síntomas: muchos casos derivan en mareos o vértigos, difíciles de diagnosticar, aunque muchos médicos han comprobado que su origen está en el oído. Suelen ser molestias que surgen inesperadamente, ante lo cual el paciente suele asustarse.
Una visita al especialista, cuando se percibe un primer problema auditivo, puede marcar la diferencia. Es necesario estar pendiente de todo cambio que se produce en nuestro organismo, especialmente en el oído, pues al presentarse una pérdida gradual, es más complicado de percibir.
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