Cuando algún componente de nuestro sistema auditivo no funciona correctamente nuestro cerebro no es capaz de recibir, de manera adecuada, las señales acústicas. Es entonces cuando empezamos a sufrir disminución o pérdida de audición, también conocida como hipoacusia.
La sordera no es otra cosa que una hipoacusia agravada. Y, según las últimas noticias, no es algo, ni mucho menos, privativo de personas mayores. Recientes estudios de la OMS advierten del daño que el ruido excesivo produce ya en más de la mitad de nuestros jóvenes. Por eso, más que nunca, es tan importante el cuidado de nuestra salud auditiva.
Síntomas de la pérdida de audición
La pérdida de audición resulta, frecuentemente, un proceso tan gradual que se hace difícil percibir cada pequeño cambio que estamos experimentando. Sin embargo, es importante tomar conciencia de que la hipoacusia tiende a agravarse con el tiempo y que, por ello, cuanto más transcurra sin ser diagnosticada, más complicado será su tratamiento.
Existe una serie de síntomas comunes a la pérdida de audición que pueden ayudarnos a reconocerla:
- Dificultad para escuchar lo que dicen los demás, especialmente en un contexto de mucho ruido ambiental (un bar, una fiesta, un autobús).
- Comenzar a pedir, con mayor frecuencia, que nos repitan las cosas.
- Necesidad de alcanzar un alto grado de concentración para entender, correctamente, lo que se está diciendo en cualquier diálogo.
- Vernos obligados a leer en los labios para facilitar nuestra comprensión.
- Contestar erróneamente a lo que se nos pregunta.
- Problemas para entender qué se está hablando durante una conversación telefónica (a un volumen normal).
- Vernos obligados a subir el volumen de los aparatos para lograr una buena audición (televisión, radio, equipo de música).
- Dejar de participar en conversaciones porque nos resulta difícil seguirlas.
- Experimentar tínnituso acúfenos constantemente o, específicamente, cuando acudimos a lugares concurridos.
- Tener mayores problemas para oír las voces femeninas o los sonidos suaves.
- Complicaciones al diferenciar sonidos agudos entre sí.
- Confundir palabras parecidas.
- Incapacidad para situar de dónde vienen los ruidos o las voces que percibimos a nuestro alrededor.
- Sentir presiones en el oído o sensaciones de mareo o desequilibrio.
- Nuestros amigos y familiares empiezan a comentarnos que confundimos lo que se nos dice o que no escuchamos cuando nos hablan.
Grados de pérdida auditiva
Con una sencilla audiometría podemos medir, en decibelios, la intensidad de la hipoacusia o, lo que es lo mismo, establecer el umbral auditivo en el que nos encontramos en ese momento (se calcula según el tono más bajo que podemos escuchar en cada frecuencia de sonido).
Esta prueba nos permite comprobar cuánto se ha visto disminuido ese umbral respecto a exámenes anteriores. Según el resultado, podemos diferenciar entre pérdida de audición leve, moderada, severa, profunda o anacusia.
- Pérdida leve
Umbral entre 20-40 dB (decibelios). Podemos seguir, sin dificultad, conversaciones en ambientes tranquilos y sin bullicio, pero nos cuesta más en lugares con mucho ruido de fondo. A este nivel empezamos a dejar de percibir los sonidos más sutiles.
- Pérdida moderada
Nuestro umbral se encuentra entre 40-70 dB. Aunque estemos en un entorno sosegado, experimentamos problemas para mantener un intercambio verbal fluido. En contextos más ruidosos nos cuesta, incluso, entender lo que se dice.
- Pérdida severa
Umbral entre 70-90 dB. A menos que nos hablen a un volumen muy alto y cerca del oído, no podremos comunicarnos. Aquí empieza a ser ya necesario el uso de prótesis o implantes auditivos.
- Pérdida profunda
No oímos por debajo de 90 dB. Ya no existe percepción del habla y solo escucharemos ruidos muy fuertes.
- Anacusia o cofosis
Es la pérdida absoluta de la audición (120 dB)
Y recuerda, antes de llegar a estos extremos, pide una primera cita para una revisión en tu centro especializado Ototech.
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