Tenemos un panel de control que regula las funciones del organismo. Por una parte, el sistema nervioso central está formado por el encéfalo (cerebro, cerebelo y tallo cerebral) y la médula espinal. Por otra parte, el sistema nervioso periférico, cuenta con nervios que parten del central y se subdividen hasta llegar a los rincones más escondidos del cuerpo.
Recibimos estímulos del exterior y podemos reaccionar gracias a los sentidos, que funcionan enviando información desde los órganos receptores, a través de este impresionante centro de comando.
Entre algunas de sus funciones vitales se encuentra el ritmo cardíaco, la realización de los procesos digestivos, la regulación de la temperatura corporal, del ciclo sueño-vigilia, así como el control del hambre y la sed.
También podemos expresar nuestros pensamientos y emociones, así como aprender y memorizar, segregar diversas hormonas o controlar el equilibrio y la coordinación.
No obstante, cuando alguna de estas funciones falla, provoca la desestabilización progresiva del resto de funciones, ya que todas las células están interconectadas.
El resultado es alguna enfermedad o trastorno. Por eso es importante equilibrar el sistema nervioso, con una alimentación adecuada y hábitos saludables de vida.
El nervio auditivo forma parte del sistema nervioso periférico y posibilita que podamos percibir frecuencias en forma de sonidos, entre 16 y 28.000 ciclos por segundo.
Sin embargo, nuestro sistema auditivo también interviene en el sentido del equilibrio y la orientación espacial. El oído es un órgano muy complejo, formado por huesos, nervios, cámaras con linfa y pequeñas partículas de carbonato de calcio.
Es conveniente recordar que todo lo que comemos pasa a formar parte tanto de la estructura corporal como del gasto energético necesario. De esta forma, cualquier exceso o defecto de nutrientes afecta a la estructura y funcionamiento de nuestro sistema nervioso. Se manifiesta con sensaciones de desgana, irritabilidad, nerviosismo, cansancio, fallos de memoria o concentración, inclusive depresión. Pero también a través de fallos en el sistema auditivo, con tinnitus y vértigos.
Alimentos para el sistema nervioso
Una alimentación sana, variada y equilibrada es la base para que el cuerpo funcione bien, ya que le proporcionamos el material base con el que podrá construir sus estructuras y obtener energía.
Si queremos que todo el organismo funcione, necesitamos equilibrar el sistema nervioso, ya que es el controlador de todos los órganos y funciones. Aunque el sistema nervioso se alimenta de glucosa (proviene de la descomposición de los carbohidratos), necesita de lípidos o grasas para su estructura. También algunos minerales y vitaminas en mayor proporción, para poder realizar sus funciones.
Por tanto, convendría incluir en la dieta estos alimentos:
- Avena.
Cereal que contiene un buen porcentaje en proteínas y carbohidratos de lenta absorción. Además es fuente importante de vitaminas del grupo B, cobre, hierro y magnesio. Contiene un alcaloide con efectos sedantes.
- Semillas y nueces.
Proporcionan proteínas, vitamina E, potasio y magnesio.
- Pescado.
Fuente de proteínas, vitaminas B6 y B12, además de ácidos grasos omega 3, necesarios para las vainas de mielina que recubren los nervios.
- Vegetales de hojas verdes.
Ricas en ácido fólico, antioxidantes que combaten los radicales libres, vitaminas C, E y K.
- Garbanzos.
Legumbre extraordinaria por su riqueza en proteínas, carbohidratos y grasas saludables. Ricos en vitamina B6, necesaria para el buen funcionamiento cerebral.
- Magnesio.
Su déficit provoca insomnio, ansiedad o hiperactividad. Lo encontramos en el cacao, verduras de hoja verde oscura, frutos secos, legumbres, semillas, cereales, patatas, calabaza, plátanos, aguacates, melocotones o ciruelas.
- Infusiones.
El azahar, manzanilla, tila o valeriana ayudan a calmar. Mientras que el jengibre, ginseng o albahaca tonifican y refuerzan.
Lo que conviene evitar.
El azúcar y bebidas azucaradas, alcohol, tabaco, harinas refinadas y alimentos procesados, ya que desequilibran las diversas sustancias que intervienen en el envío de información de unos órganos a otros.
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