Por articulación temporomandibular (ATM) se conoce la formada por el hueso temporal del cráneo con cada una de las mitades simétricas de la mandíbula. Sus lesiones, globalmente conocidas como disfunción temporomandibular, pueden irradiar hacia otros elementos anatómicos que unen mandíbula y cráneo e intervienen en la masticación, siendo frecuente causa de dolores de cabeza y trastornos faciales, en muchos casos de diagnóstico incierto.
El origen de esas alteraciones podemos encontrarlo en posibles sobrecargas sufridas por un conglomerado de estructuras, estando implicados el cartílago de la ATM, la musculatura mandibular, facial y cervical, las arcadas dentarias y otras más inespecíficas como ligamentos, tendones, vasos sanguíneos o nervios.
Pero ¿a qué puede obedecer esa sobrecarga? Pudiera tratarse de mordida deficiente, presencia de aparatos de ortodoncia, rechinamiento de dientes, malos hábitos posturales, artritis, pequeñas luxaciones o incluso defectos congénitos, entre otros motivos.
Los acúfenos y ATM: un estrecho vínculo
Un acúfeno o tinnitus es una sensación auditiva en forma de pitido, zumbido, chasquido, etc. experimentada sin que exista estímulo sonoro externo que lo provoque. Sí se conocen posibles causas de su aparición, algunas de ellas nutricionales (como exceso de grasas, azúcares o sal), pero también afecciones internas del propio oído, efectos adversos de determinados fármacos, trastornos metabólicos, algunos cuadros neurológicos (como la depresión) y los citados desórdenes de la ATM, entre otros.
Un hecho trascendental es que los músculos y nervios de la articulación temporomandibular y del oído están muy ligados entre sí, lo que facilita que se produzcan interferencias entre los nervios. Ello distorsiona las señales auditivas que llegan al cerebro, dando lugar a los acúfenos. Ya en la década de los 50, una teoría conocida como “el espasmo muscular reflejo” asoció el oído medio con dos de los músculos de la cara, los tensores del tímpano y del velo palatino, ambos vinculados a la masticación y que comparten el paso a su través del nervio trigémino.
La consecuencia de tal escenario es que cuando se producen tensiones en las fibras musculares mandibulares, estas suelen derivar en zumbidos en los oídos, pero también en una sensación de taponamiento y dolor. De hecho, es muy común que quienes sufren esos molestos pitidos se vean aquejados de alguna alteración en la articulación temporomandibular.
En base a ello, ya podemos justificar que la incidencia de acúfenos en personas que padecen disfunción temporomandibular ascienda a entre el 10 y el 15%. Complementariamente, se ha constatado una mayor tendencia a sufrir acúfenos por parte de estos pacientes, según se desprende de diferentes ensayos clínicos que asocian significativamente acúfenos y ATM.
Pero entre las principales causas de los acúfenos, también merece la pena destacar la simple presión que soportan dientes y mandíbula al dormir. Asimismo, si adoptamos el hábito de apretar los dientes, forzamos los músculos de la cara y contribuimos a la aparición de los mismos.
A la hora de abordar el tratamiento de los acúfenos, puede hacerse hincapié en la fisioterapia, cuyo fundamento estriba en la realización de ejercicios de estiramiento muscular y movimientos específicos del cuello, todo ello acompañado de técnicas de relajación.
Pero quizá los resultados más sobresalientes vengan de la mano de una novedosa técnica denominada Transmastoidea, cuyo objetivo es estimular las células dañadas a nivel del oído interno. Para ello se sirve de una tenue corriente eléctrica que, aplicada en la parte posterior de la oreja (región mastoidea), incrementa la temperatura de la zona proporcionando el estímulo necesario para la rehabilitación del metabolismo del tejido afectado.
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